Hace 14 años salimos a la calle para decir no a una guerra criminal, como todas, pero aún más absurda y estúpida, y que finalmente decidirían lanzar un 20 de marzo. Hoy, de hecho, pagamos la sinrazón de aquella guerra en Irak: así lo comprobamos un funesto 11 de marzo aquí mismo, pero las consecuencias continúan más allá de las violentas repercusiones que tuvo en nuestra propia sociedad: los años de guerra, las dinámicas de ocupación de aquel país, las prácticas abusivas en represión y torturas, etc. Pero, además de la delicada situación en Irak, no se puede entender el terrorismo brutal del ISIS, cuyas raíces brotaron allí, sin volver la vista atrás: Sí, sin esa guerra y sin esa ocupación, quizá no existiría el ISIS y, si existiera, su papel sería mucho menor y con menos incidencia. La guerra no es solo un crimen. A menudo, abre más frentes, genera mucho sufrimiento y en vez de ‘resolver’ los conflictos, los agranda, amplifica y enquista.
Los antecedentes de estas guerras de Siria e Irak son lastres procedentes de las tres guerras del Golfo: primero la de Irán-Irak en 1980-88, luego la de Irak entre 1992 y 1993, en la que participa una fuerza multinacional en la que se incluye España, e impone un cruel embargo a su población, y la última la 3ª Guerra del Golfo en Irak en 2003, en la que una coalición anglo-estadounidense invade Irak y desmantela su Estado, con el apoyo y consentimiento tácito de la UE (explícito en el caso de España), y con el objetivo prioritario de hacerse con su riqueza petrolífera, como en su momento denunciamos, y luego se ha demostrado. Mientras, otros intereses económicos eran, y siguen siendo, gestionados más discretamente por gobiernos occidentales, como el español, a traves de guerras esparcidas por toda África, en muchas de las cuales tiene situada la mayoría de sus misiones internacionales el ejército español. Un continente de donde surgen luego los flujos migratorios que tan atrozmente despreciamos y maltratamos en ese otro muro de la frontera sur europea. Y una zona, la de Oriente próximo, a la que el estado español ha vendido, y vende armas, lo que contribuye a convirtirlo en el 7º exportador mundial en ese ámbito.
Hace 6 años nos volcamos en las plazas para expresar nuestra indignación por la crisis económica, y la gestión que se hizo de ella: socializando costes, privatizando beneficios. Y por la deslegitimación progresiva de un sistema político que parece gobernar para el mantenimiento de los privilegios de unos pocos mientras se desentiende del sufrimiento de muchas y muchos. En aquél mismo momento, los jóvenes y sectores populares salían a la calle en el mundo árabe para reivindicar libertades y justicia social: demostraban que esa visión tan paternalista (y, en parte, racista y colonial) según la cuál en los países árabes la gente quería y necesitaba regímenes fuertes para garantizar el orden, aún a costa de la limitación de derechos y libertades, era falsa: en Túnez, en Egipto, en Yemen, en Siria, en Bahrein, etc. mucha gente salió a la calle para exigir otro trato y más futuro. En una palabra, «karama», dignidad. Sin duda, la lucha por la justicia y la libertad es un proceso largo: esas revoluciones ni terminaron ni se concretaron, pero existieron, empoderaron a mucha gente y permitieron pensar en otros futuros posibles.
Pero aquella esperanza de cambio amenazaba intereses muy poderosos cuyos representantes se pusieron en marcha desde el primer momento para ahogar el sueño de las plazas y las calles. La situación más dramática, sin duda, se ha producido en Siria, tras las primeras protestas pacíficas que arrancaron el 15 de marzo de 2011: la brutal represión del gobierno de Al-Asad sobre la población, la militarización del conflicto, las interferencias de las potencias regionales y mundiales (movidas por sus propios intereses, no por solidaridad) han llevado al país a una devastación absoluta y a una crisis humanitaria sin precedentes en los últimos años. Hay que poner fin a la barbarie, cesar los bombardeos y los exterminios, exigir responsabilidades por todos los crímenes y vulneraciones de derechos humanos cometidos, sin excepción, y afrontar una difícil pero inevitable transición hacia una Siria libre y en paz.
Las poblaciones civiles de la zona en su inmensa mayoría han reaccionado de forma pacífica ante estas agresiones. Ni siquiera la situación de ataques continuados y deliberados contra civiles, la miseria material y espiritual por tantas guerras y la humillación constante dentro y fuera de sus países han quebrado su determinación a resistir en pie de paz, y necesitan nuestro apoyo material y moral para seguir haciéndolo.
Para exigir dignidad. Más y mejor democracia, no menos.
Para combatir la islamofobia y exigir plenos derechos y libertades para tod@s.
Para criticar que los medios de comunicación imponen la desinformación, en el mejor de los casos, o la contrainformación, en la mayoría de ellos.
Para exigir paz. Basta de guerras absurdas y criminales. Basta de invertir en gasto militar. Basta de un comercio de armas lucrativamente criminal.
Para mostrar solidaridad con las personas, sociedades y pueblos que reclaman su dignidad y respeto.
Para solidarizarnos con la población civil de toda la zona que sufre en las distintas guerras y con los objetivos iniciales de la revolución en Siria que deseamos para todos los pueblos: justicia y libertad.
Para denunciar que países de la UE bombardeen y den cobertura a ataques contra la población civil iraquí y siria, entre ellos el nuestro.
Para reclamar el fin de la impunidad y que el régimen de Al-Asad, sus aliados y las potencias internacionales, EEUU y Rusia, así como Israel, Arabia Saudí o Irán, sean condenados por sus crímenes contra la población.
Convocatorias para el domingo 12 de marzo
Elche
Valencia
Zaragoza