El principal objetivo del militarismo es imponer la dominación (de clase, de género, de razas, de creencias, de recursos, de conocimiento, de tecnología, de acceso a los medios naturales y ahora también de acceso a un medioambiente sano en un contexto de agotamiento, por destacar algunos casos específicos), en una especia de “capas de cebolla” que construyen una espiral de dominaciones, por medio de la violencia organizada y mediante tecnologías tanto visibles y abiertas como sutiles y ocultas, ya sea de carácter específicamente militar, paramilitar y policial, así como de sesgo inespecífico, de índole aparentemente no relacionada con el militarismo ni con la idea de defensa.

Por tanto, responde a la idea básica, que Utopía Contagiosa ha definido en su libro ya aludido antes como “paradigma dominación-violencia”[1] (compatible con otros enfoques y otras definiciones de paradigmas que aluden a la “explotación”, o al “patriarcado”, o bien al “capitalismo”, a la “depredación”, etc., para referirse específicamente a la aplicación de las ideas perversas de dominación y violencia alusivas a otras miradas diferentes, como la anticapitalista, la feminista, libertaria o la ecologista, por ejemplo), que consiste en establecer la organización de la violencia como estrategia de construcción de las relaciones sociales y la dominación como objetivo de ésta violencia organizada.

La complejidad de la violencia es asombrosa. No existe “una” violencia, sino diversas dimensiones violentas, que operan interconectadas, tal como ha definido principalmente Galtung[2]:

Violencia directa, que es vivible y evidente en forma de agresión

Violencia estructural: que hace relación a la violencia (invisible) de las estructuras.

Violencia cultural, que hace relación a las ideas y creencias que legitiman la violencia directa y estructural.

Lo habitual es que sepamos definir como violencia la que es más visible y tiene autores fácilmente reconocibles y “personales” (la violencia directa) pero que no consideremos como violencias las que ocurren en un sustrato más oculto y que aparentemente “nadie” ejerce como tales violencias.

La comprensión de la violencia restringida como violencia directa no permite salir del círculo de la violencia y origina impotencia a la hora de “luchar” conta la violencia más sutil y oculta que, en definitiva, potencia y amplifica la violencia directa.

Usando un cuadro que tomamos prestado de Utopía Contagiosa (cuadro 4)[3] podremos esquematizar mejor la idea que intentamos transmitir.


Cuadro 4: Dinámica de la violencia directa

Ocurre que la violencia oculta, amén de ser mucho más extendida y masiva, es la base que cimenta las violencias reconocibles y forma parte de una estructura de violencia que se interrelaciona con la violencia directa (Cuadro 5) y que convierte en violenta a la sociedad sin necesidad de ejercer ninguna violencia de forma personal:


Cuadro 5: Relaciones entre violencia directa y estructural

Existe una tercera violencia, la que hemos llamado “violencia cultural”, que genera una cultura que convierte la violencia en la principal metodología de construcción política, económica, ecológica y social de nuestras sociedades. Y por tanto sucede también que la lucha contra la violencia es inofensiva si no lo es contra las otra violencias ocultas, estructurales, culturales y se vuelve, a la larga, un refuerzo más de la suma de las otras violencias (Cuadro 6).


Cuadro 6: Relaciones entre las tres violencias

A éstas tres violencias podemos sumar una cuarta “violencia”, definida por Utopía [4] como violencia sinérgica Es un vector que hace que la interrelación de las otras tres violencias entre sí, reforzándose mutuamente, genere algo más que la mera suma de estas, una realidad de violencia global, un marco paradigmático de violencia (Cuadro 7).

Esta múltiple violencia organizada se establece en múltiples dimensiones y nos afecta en todas y cada una de ellas, ya sea como personas, como grupos sociales, como sociedades o como ecúmene del planeta.

Nivel de interrelaciones y de la vida cotidiana. Violencia directa, aprendizaje social de la violencia.

Nivel de relaciones sociales, jurídicas e institucionales. Violencia estructural, instituciones injustas, orden jurídico injusto, …

Ideología: muro de las creencias incuestionadas que nos impiden saltar más allá de sus límites. Violencia cultural que legitima la lógica de la violencia.

Y actúa sobre nosotros:

Imponiendo unos valores y una práctica culturales.

Ortodoxia no nos deja pensar fuera de ella.

Imponiendo una práctica social.

Organizando la violencia hacia dentro y en las relaciones con otros pueblos.

La lucha contra la violencia, por ello, implica actuaciones “de lucha” en y contra todas y cada una de estas violencias y requiere la interrelación de estas luchas, mediante estrategias alternativas de reconstrucción (frente a la violencia directa), reconciliación (frente a la estructural), resolución de conflictos (frente a la cultural) y de paz global (frente a la sinérgica). De lo contrario, los efectos multiplicadores de las violencias hacen que las respuestas sean incapaces de quitarle poder a la sinergia de las violencias y, por ello, opera la espiral de violencias que vivimos como una maldición en nuestras sociedades.

Pero volviendo a nuestro tema, el militarismo, por lo dicho hasta ahora aparece como un sistema de múltiples planos, cada uno con sus propias lógicas e interrelaciones, que se nos impone y afecta decisivamente a nuestras vidas y funciona sin necesidad de un impulso determinado, con una especie de automatismo “natural” que genera procesos, tendencias, vectores de fuerza.

Tomemos para ello prestada la idea de un ecosistema, en este caso el ecosistema militarista, que por sí se impone a cada uno de los organismos integrantes del mismo y crea lógicas que aparentemente son naturales, sutiles, y no necesitan directamente de nuestra participación consciente ni de nuestra aquiescencia para su desarrollo. Aclaremos que la analogía es meramente una analogía, una aproximación parabólica y, lo que es peor, tomada por una persona de letras, no de ciencias.

Como se dice, este funcionamiento en cierto modo sin “actor” y anónimo, entendido como un conjunto de relaciones, en este caso sociales, interdependientes y que se retroalimentan, es lo que permite la estabilidad del sistema global, basado en gran parte en nuestra “aceptación” omisiva, de forma que podemos estar convencidos de que todo ello no forma parte de nuestra vida, ni nosotros de su dinámica, y sin embargo contribuir soterradamente, pasivamente, a su reproducción y refuerzo, como por ejemplo, trabajando en una empresa que fabrica armas, o depositando nuestro dinero en un banco o en un fondo de ahorro que invierte en guerras, o participando de la idea de que hay que cerrar las puertas a los inmigrantes, o consumiendo productos fabricados con el coltán, o reforzando las relaciones de dominación de género y obviando el papel de víctimas invisibilizadas de las mujeres en los conflictos o las guerras. O consintiendo que se realicen operaciones militares en el exterior. O exigiendo mayores medidas de seguridad y control ciudadano. O alimentando las aparentes reivindicaciones sindicales de los cuerpos militares o paramilitares. O consumiendo cine, …

No hace falta que participemos activamente en su promoción, porque, sin más, ya participamos de su dinámica e interrelaciones con independencia de nuestra mayor o menor adhesión personal, y se nos impone como una realidad “natural”, “incuestionada” y “sutil”, oculta en sus “inocentes” intenciones.

Cada uno de estos planos tiene sus propias dinámicas, sus propios ritmos y evoluciones (y a veces involuciones), sus propias lógicas internas y provocan efectos propios. Pero, además, están ampliamente interrelacionados entre sí, construyendo a su vez procesos y dinámicas más complejos y globales, la idea de un sistema global que hemos aludido antes.

Todo ello nos sitúa ante una especie de interrelación de planos y de intercambio dentro de ese hábitat de dominación-violencia, lo cual nos permite trazar dinámicas más amplias entre:

Los distintos planos entre sí

Los distintos procesos, a distintos ritmos, que se dan en cada plano

Las diferentes escalas de valores que actúan en cada plano

La interrelación de planos, la combinación de procesos, ritmos, velocidades, etc. que veíamos en el cuadro 1, nos permite entender que el militarismo se desarrolla en forma vectorial, como el producto de la suma de todos estos sistemas, generando una especie de sinergia que es más que la mera acumulación de procesos o la mera suma de estos, para pasar a ser una entidad más grande y compleja

Esta presentación en dimensiones nos permite, a su vez, analizar de forma más compleja cada dimensión particular y combinarla con las demás, lo que nos daría vectores, tendencias, de mayor o menor refuerzo de determinados factores del militarismo y sinergias que hacen tan difícil no solo comprender en su extensión el complejo del militarismo, sino también “desinventar” sus lógicas, desmilitarizar la sociedad. Porque, al igual que la hidra, tiene mil cabezas y, como con ella, donde cortamos una, puede nacer otra…

Conviene tener en cuenta todas estas dimensiones diferentes del militarismo porque son las que lo enraízan en el paradigma de dominación-violencia que sirve como marco global a nuestro mundo y lo encubren, de forma que sus elementos parecen “invisibles” e inamovibles.

En la actualidad, como tendremos ocasión de abordar más adelante, el militarismo como subsistema está produciendo una verdadera vuelta de tuerca expansiva en todos los planos, reclamando desde sus premisas el enfoque militar para casi cualquier problema planetario, desde la movilidad humana a las nuevas tecnologías, pasando por los planos ecológicos, del propio malestar social, la vigencia cultural y práctica del patriarcado, o la gobernanza internacional.

Ello hace que la suma de planos a la que nos referimos esté provocando graduales cambios políticos hacia la militarización global; cambios que, a pesar de su radicalidad, no parecen apreciables al no ser observados con perspectiva y formar parte de nuestro hábitat diario.

Una de las características de este entramado del que formamos parte de una manera más o menos anónima es que, además, nuestra omisión colaborativa es tan clave para su mantenimiento como la adhesión explícita de sus impulsores. Como con mucha intuición y empeño han sabido ver los resistentes a la guerra y antimilitaristas de todos los tiempos, todo lo que no sea combatirlo es, sencillamente, alimentarlo. De ahí la importancia de la lógica de la crítica, de la desobediencia y de la insumisión en la lucha antimilitarista.


  1. Utopía Contagiosa. Política Noviolenta …” Pág. 215,

  2. Galtung. Paz por medios pacíficos. Paz, conflicto, desarrollo y civilización. Bakeaz. Bilbao 2003.

  3. Utopía Contagiosa. Política… Pág. 217,

  4. Utopía Contagiosa. Política

El texto de este artículo está extraído de “Manual para entender el militarismo (y luchar por la desmilitarización)”

Imagen destacada: Secuencia que se convirtió en viral de un grupo de militares del Mando de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra ejerciendo como «agentes de autoridad» para reducir a una mujer tras un incidente en un supemercado.

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