«Hacemos un llamamiento a la construcción de la paz y a las iniciativas de solidaridad. Creemos que hay una salida alternativa a este estancamiento a través del respeto mutuo, la actitud pacífica y la cooperación.»

El conflicto de Nagorno-Karabaj o Artsaj ha estado con nosotr@s desde 1988, desde que la población de esta antes provincia de la antigua República Socialista Soviética de Azerbaiyán, en su mayoría de origen étnico armenio, reclamó una unión con Armenia. La guerra subsiguiente terminó en 1994 con Nagorno-Karabaj y algunos territorios vecinos de Azerbaiyán bajo control armenio y casi un millón de personas como refugiadas. Desde entonces, como Azerbaiyán ha tratado de recuperar los territorios perdidos y las negociaciones ocasionales han resultado infructuosas, ha habido escaladas periódicas del conflicto como la Guerra de los Cuatro Días de 2016, pero nunca ha alcanzado la magnitud de los combates de los últimos días.

Y es que los enfrentamientos armados representan ahora una nueva escalada en el conflicto sobre la región. Alentadas por el apoyo ofensivo de Turquía, las tropas azerbaiyanas dispararon contra la región fronteriza y la capital de Nagorno-Karabaj, Stepanakert, el 27 de septiembre, acusando a Armenia de haber iniciado los combates. Desde entonces, se dice que docenas o incluso cientos de soldados (y muchos civiles) han muerto en ambos lados. Armenia, temiendo la intervención turca, ha declarado una movilización general. Como la propaganda nacionalista en ambos países ha llegado a un punto álgido y la escasa actividad antiguerra no sólo se ve ahogada por el vilipendio sino que se castiga con detenciones, la revista electrónica Left East publicó el 30 de septiembre una declaración de jóvenes azerbaiyan@s de izquierda contra la guerra. Hemos traducido y estamos documentando la declaración.

Fuente: Anti-war Statement of Azerbaijani Leftist Youth
Traducción de enpidedepaz.org


«LeftEast se enorgullece de compartir esta declaración de los jóvenes izquierdistas azerbaiyanos:
Declaración contra la guerra de la juventud izquierdista azerbaiyana«

Un marco anticuado

La reciente serie de escaladas entre Azerbaiyán y Armenia en Nagorno-Karabaj demuestra una vez más lo anticuado que es el marco de un Estado-nación para las realidades actuales. La incapacidad de trascender la línea de pensamiento que divide a las personas en humanos y no humanos, basándose únicamente en su lugar de nacimiento, y que luego procede a establecer la superioridad de los «humanos» sobre sus «otros», deshumanizados, como único escenario posible para una vida dentro de ciertos límites territoriales, es el único ocupante contra el que tenemos que luchar. Es el ocupante de nuestras mentes y de nuestras destrezas para pensar más allá de las narrativas y formas de imaginar la vida, impuestas sobre nosotr@s por nuestros gobiernos nacionalistas depredadores. Esta línea de pensamiento es la que nos hace olvidar las condiciones de explotación de nuestra mera supervivencia en nuestros respectivos países tan pronto como la «nación» hace su llamamiento para protegerla del «enemigo».

Desviando recursos para la guerra

Nuestro enemigo, sin embargo, no es un armenio cualquiera, al que nunca hemos conocido en nuestras vidas y posiblemente nunca conoceremos. Nuestro enemigo son personas concretas que están de hecho en el poder, aquellas con nombres específicos, que han estado empobreciendo y explotando a la gente común así como los recursos de nuestro país para su beneficio por más de dos décadas. Han sido intolerantes con cualquier disidencia política, oprimiendo severamente a l@s disidentes a través de su enorme aparato de seguridad. Han ocupado sitios naturales, costas, recursos minerales para su propio placer y uso, restringiendo el acceso de l@s ciudadan@s comunes a estos sitios. Han estado destruyendo nuestro medio ambiente, cortando árboles, contaminando el agua y haciendo «acumulación por despojo» a gran escala. Son cómplices de la desaparición de sitios y artefactos históricos y culturales en todo el país. Han estado desviando recursos de sectores esenciales, como la educación, la salud y el bienestar social, hacia el ejército, obteniendo beneficios para nuestros vecinos capitalistas con aspiraciones imperialistas: Rusia y Turquía.

Calles vacías en la capital de Azerbaiyán, Bakú, el 28 de septiembre de 2020: el gobierno impuso la ley marcial y ordenó un toque de queda nocturno en las principales ciudades y algunas regiones. Foto: Ministerio del Interior / Wikipedia, CC BY-SA 4.0

Extrañamente, cada persona es consciente de este hecho, pero la repentina ola de amnesia golpea a todo el mundo tan pronto como la primera bala es disparada en la línea de contacto entre Armenia y Azerbaiyán. Cegados, al igual que los personajes de la novela homónima de Saramago, se vuelven inmediatamente autodestructivos, aclamando las muertes de nuestra juventud en nombre del «martirio» por la causa «sagrada». Esta causa nunca ha sido más que una plataforma esencialista, que mantiene a los gobiernos de Azerbaiyán y Armenia en su lugar y sirve de justificación para una interminable militarización de las sociedades junto con la búsqueda de más violencia y muertes.

Contra la reproducción del odio

Sin embargo, no culpamos a la gente: en ausencia de marcos interpretativos alternativos para dar sentido a la guerra y al conflicto entre las dos naciones, la ideología nacionalista sigue siendo indiscutible. Si hay algo que nuestras instituciones educativas de precario presupuesto hacen bien es, sin duda, la enseñanza para lograr el odio y difundir la propaganda nacionalista. Porque el odio nunca es un producto de la psique individual, sino que se construye y reproduce dentro de relaciones de poder concretas. En un contexto en el que no existe un contacto directo entre los «odiadores» y los «odiados», cuanto más se preocupa el público «odiador» por sus propios asuntos de supervivencia económica cotidiana dentro del sistema que les niega una redistribución equitativa de los recursos y servicios, y acumula cada vez más miseria cotidiana, más es necesario recordarle constantemente a la audiencia «odiadora» que debe odiar a los «odiados» y reproducir su odio. El odio necesita ser cumplido. Ellos robaron «nuestras» tierras, decimos, así que los odiamos. No importa que haya una miríada de otras formas de habitar esa tierra sin que un solo grupo reclame su propiedad incontestable sobre ella.

Contra la deshumanización del «otro»

Un hermano adolescente de uno de nosotr@s exclamó una vez asombrado después de haber oído hablar de una reunión de trabajo prevista con colegas armeni@s en el extranjero. “¿Vas a ver a un verdadero armenio?”, dijo. Si nos paramos a pensarlo, generaciones de personas han crecido en un vacío sin contacto con aquellas con las que hemos estado conviviendo en el mismo espacio durante siglos. ¿Qué tipo de violencia ejerce ese aislamiento de la existencia sobre nuestras mentes y habilidades creativas? No hace falta decir que también es una receta perfecta para la deshumanización del “otro”. ¿Qué puede ser más fácil que atribuir todas las cualidades malignas a las personas con las que nunca he interactuado en mi vida?

Contra el gasto militar y el discurso de la guerra

Años después de que la firma del acuerdo de Bishkek (1994) diera lugar al alto el fuego entre las partes, los gobiernos de Armenia y Azerbaiyán han estado acumulando grandes cantidades de armamento letal, que ahora se preparan para usar contra el otro. La última vez que los países se acercaron a una resolución de paz fue en 2001, durante las conversaciones de paz de Key-West con la mediación de los copresidentes del Grupo de Minsk: Francia, Rusia y los Estados Unidos. Sin embargo, debido a los sentimientos nacionalistas prevalecientes y al hecho de que los líderes de ambos lados no estaban preparados para comprometerse, las conversaciones de paz fracasaron. Y nunca se han abordado con tanta decisión como a principios del siglo XXI.

Nos resulta sumamente desafiante buscar la forma de evitar otra guerra en la región en la situación actual. Observamos un creciente y generalizado discurso de odio que domina la narración en ambos lados, especialmente cuando se trata de canales de televisión, declaraciones oficiales o publicaciones en redes sociales que circulan con una intensidad preocupante. Se están haciendo afirmaciones de ambos lados que son difíciles de verificar y, por lo tanto, crean una atmósfera de miedo, odio mutuo y desconfianza. 

Las personas de ambos lados han sufrido y soportado una pandemia y una recesión económica, tratando de mantenerse a la altura de los desafíos que las crisis trajeron consigo, y ahora se ven arrastradas a un conflicto militar, lo que retrasa cualquier posible solución constructiva del conflicto de Nagorno-Karabaj. También se necesitan muchos recursos económicos y humanos para mantener el conflicto, de modo que las élites de ambas partes sigan beneficiándose de él. El presupuesto militar de Azerbaiyán para 2020 ha aumentado a 2.300 millones de dólares, mientras que en el caso de Armenia este indicador se sitúa en 634 millones de dólares, lo que constituye, en resumidas cuentas, el 5% del PIB de ambos países.

Georgian@s, armeni@s y azerbaiyan@s se manifestan por la paz y contra la guerra en Tiflis, capital de la vecina Georgia, bajo la consigna «El Cáucaso es mi hogar». Foto: Nor Sevan, diario digital de la Unión Cultural Armenia.

Reactivar iniciativas políticas de base

Hace tiempo que nosotr@s, l@s jóvenes azerbaiyan@s y armeni@s, tenemos en nuestras manos la resolución de este anticuado conflicto. Ya no debería ser una prerrogativa de los hombres de traje, cuyo objetivo es la acumulación de capital, tanto económico como político, y no la resolución del conflicto. Debemos deshacernos de este feo manto del Estado-nación, que pertenece al basurero de la historia, e imaginar y crear nuevas formas de coexistencia común y pacífica. Para ello, es muy importante reactivar las iniciativas políticas de base, compuestas principalmente por ciudadan@s locales corrientes, que restablezca las conversaciones de paz y la cooperación. Nosotr@s, activistas de izquierda de Azerbaiyán, no apoyamos en modo alguno una nueva movilización de la juventud del país en esta guerra sin sentido y consideramos que el restablecimiento del diálogo es nuestro principal objetivo.

Por el respeto mutuo, la actitud pacífica y la cooperación

No vemos nuestro futuro ni la resolución del conflicto en nuevas escaladas militares y en la propagación del odio mutuo. Los recientes enfrentamientos militares en Nagorno-Karabaj no sirven de nada para el establecimiento de la paz en la región. Ni siquiera queremos imaginar los riesgos de ser arrastrad@s a una guerra a gran escala, ya que entendemos el tipo de implicaciones podría tener para nuestras sociedades y para las generaciones futuras. Condenamos enérgicamente todo lo que se haga para prolongar el conflicto y profundizar el odio entre los dos pueblos. Queremos mirar hacia atrás y tomar las medidas necesarias para reconstruir la confianza entre nuestras sociedades y los jóvenes. Rechazamos todas los relatos nacionalistas y de estado de guerra los cuales excluyen cualquier posibilidad de que volvamos a vivir junt@s en este suelo. Hacemos un llamamiento a la construcción de la paz y a las iniciativas de solidaridad. Creemos que hay una salida alternativa a este estancamiento a través del respeto mutuo, la actitud pacífica y la cooperación.

Signatari@s:

Vusal Khalilov

Leyla Jafarova

Karl Lebt

Bahruz Samadov

Giyas Ibrahim

Samira Alakbarli

Toghrul Abbasov

Javid Agha

Leyla Hasanova

Toghrul Mashalli

Laman Orujova

Loghman Gasimov

Vahid Ali

Lala Darchinova

Gumru Aliyeva

Nijat Eldarov

Aliosha

Compartir