Partiendo del caso de las protestas masivas en Gezi, se ha publicado «Twitter y los gases lacrimógenos: El poder y la fragilidad de las protestas en red.» Ese ensayo de la analista turca Zeynep Tufekci motivó un artículo de Brian Martín para Waging nonviolence, que finalmente traemos hoy traducido aquí.

¿Es ahora muy fácil organizar protestas de masas?

En 2013 tuvo lugar en Turquía una protesta antigubernamental en el parque Gezi de Estambul. Creció enormemente gracias a los mensajes y las fotos en las redes sociales. Para los involucrados, fue una experiencia asombrosa y empoderante; pareció suponer un reto grande al gobierno, pero no duró. La protesta fue un gran acontecimiento pero falló en mantener sus fundamentos.

Bienvenidos al mundo de la “protesta en red” en la que los redes sociales se pueden utilizar para juntar a miles de personas con relativamente poca preparación. Para comprender como la organización de las protestas ha cambiado por la rápida recepción en los dispositivos electrónicos, vale la pena mirar al clarividente libro de Zeynep Tufekci:Twitter y los gases la crimógenos: el poder y la fragilidad de las protestas en red.

Tufekci es turca y trabaja en la Universidad de Carolina del Norte. Ha dedicado muchos años a estudiar el papel de los medios de comunicación en los movimientos sociales, participando en primera línea y entrevistando a los activistas de Chiapas, Egipto, Turquía, USA y de otras partes del mundo. Twitter y los gases lacrimógenos es un relato impresionante, basado tanto en experiencias de los activistas como en medios académicos relevantes. Varias de las  ideas clave de Tufecki son valiosas para mejorar la lucha teórica y práctica no violenta, a la vez que su análisis se puede reforzar y ampliar tomando en consideración ideas acerca de la acción no violenta y de la toma de decisiones participativa.

La organización entonces y ahora

Por supuesto que antes de internet también era posible organizar acciones de protesta, pero conllevaban mucho más esfuerzo. Tufecki da un recuento detallado de los meses de preparación y planificación a cargo de docenas de voluntarios de la marcha sobre Washington en 1963, en la que Martin Luther King jr. dio su famosa alocución “He tenido un sueño”. Mientras que los grandes mítines parecen rutinarios hoy en día, reunir a centenares de miles de personas hace unas décadas era un triunfo de planificación y preparación.

En su libro de 1973 “La política de la acción no violenta”, Gene Sharp describe el escenario de preparación de una campaña no violenta como “sentar las bases”. Como parte de ese escenario, argumenta que los movimientos deben estar preparados para manejar las represalias porque la siguiente fase es que “el desafío trae represión”. Lo que Sharp no anticipó fue que los movimientos pudieran crecer tan rápidamente que pasarían por encima de la fase de preparación y serían incapaces de sacar provecho de sus oportunidades.

Uno de los aspectos de las protestas en red que Tufecki describe es la falta de un liderazgo formal. Cuando se organizan grandes encuentros a través de las redes sociales, es muy frecuente que no haya acuerdo sobre qué líder puede negociar con las autoridades. Los individuos que inician la acción pueden ser poco conocidos y ser refractarios a asumir un papel de liderazgo, mientras que las organizaciones que participan en el movimiento son, a veces, periféricas al proceso organizativo. Aun es más importante la falta de tiempo que se necesita para construir las relaciones personales y los procesos de toma de decisión necesarios para que emerja un líder claramente reconocible.

En cierto modo, la ausencia de un liderazgo formal es positiva. Las autoridades no pueden socavar tan fácilmente el movimiento eliminando o cooptando a sus líderes. Tufecki describe como, en muchas acciones que duran días o semanas, hay un sistema semi-espontáneo de cooperación para proporcionar alimento, ropa, asistencia médica, limpieza, bibliotecas y otros servicios, ampliamente coordinados por las redes sociales. La experiencia de vivir cooperativamente, en la que la relación comercial es sustituida por el compartir altruista, es increíblemente poderosa para muchos de los participantes, dando un sentido al tipo de sociedad que querrían crear. El impacto emocional se incrementa por la posibilidad del riesgo inminente en caso de que de que las autoridades ataquen.

Nuevas vulnerabilidades

Mientras que las redes sociales permiten la rápida movilización de las protestas y la coordinación de las acciones sobre la marcha, también introducen nuevas vulnerabilidades y complejidades. Antes de internet, los movimientos bajo regímenes represivos no tenían ninguna oportunidad de tener cobertura por los medios de comunicación y debían construir redes alternativas usando el contacto boca a boca, los teléfonos, posters, panfletos y cartas. Hoy en día, las redes sociales son una alternativa a los medios de comunicación para difundir la información y coordinar las acciones.

El problema es que las plataformas dominantes en las redes sociales pertenecen a grandes corporaciones, principalmente Facebook y Google. La ventaja para los activistas es que estas plataformas son utilizadas de una manera tan amplia que las autoridades se resisten a desconectarlas solo para bloquear a unos pocos activistas, porque eso molesta mucho al resto de la población. Pero a los activistas se les puede localizar de otras maneras difíciles de contrarrestar.

Facebook tiene una política de nombres reales. Esto puede estar muy bien para muchos propósitos, pero para los disidentes políticos y las minorías estigmatizadas el anonimato es valioso, porque revelar tu identidad te hace vulnerable al arresto, la tortura y las represalias sobre tu familia.

En 2010 en Egipto, Wael Ghonim diseñó una página de Facebook titulada “Todos somos Khalid Said”, nombre de un joven – no activista- que fue torturado y asesinado por la policía egipcia. La página atrajo a muchos seguidores y se convirtió en un foco para el sentimiento contra el régimen. El gobierno egipcio no prestaba mucha atención a las redes sociales pero Facebook cerró la página por usar un seudónimo. Tifecki cuenta como la página se recuperó solo cuando un simpatizante que vivía fuera de Egipto le puso su nombre a pesar del riesgo que suponía.

Tufecki suministra un recuento muy ilustrativo de los problemas que se ciernen sobre los movimientos por la dominación comercial de las plataformas online. Ella proporciona anécdotas y búsquedas de investigación sugiriendo que, en muchos casos, los problemas no vienen de la presión de los gobiernos sino de la aplicación automática de los algoritmos de las empresas que bloquean las páginas de los activistas, especialmente aquellas que les disgusta a otros usuarios. Es difícil para los activistas determinar si la eliminación de sus páginas o el bajo nivel en las búsquedas se deben a la oposición o a la aplicación arbitraria de un algoritmo diseñado para maximizar más la visibilidad de las páginas y los beneficios que la libre expresión.

Señales y capacidades

Para evaluar la potencia de un movimiento, Tufecki dibuja un marco de referencia basado en señales y capacidades. Las acciones de un movimiento sirven como señales, tanto a las autoridades como a los seguidores potenciales, sobre las capacidades del movimiento. Ella se centra en tres tipos de capacidades: La primera, la capacidad narrativa, se refiere a la capacidad de un movimiento de contar una historia que resuene en las audiencias. La capacidad narrativa, en la forma de una teoría del encuadre, ha sido abordada exhaustivamente en los estudios de los movimientos sociales. Para los activistas, una aproximación más práctica es el “análisis del poder de la narrativa

El segundo es la capacidad disruptiva, que se refiere a la capacidad de poner en cuestión el statu quo. Se corresponde con los métodos de protesta, la no cooperación y la intervención en el ámbito de la noviolencia.Protestas Masivas

El tercer tipo de capacidad es la electoral, que es la influencia sobre el resultado de las elecciones. Tufecki nota que algunos movimientos como el “Occupy” no se involucran las campañas electorales porque muchos de sus participantes son escépticos respecto de la representatividad del gobierno. Así, ella pone como ejemplo al movimiento conservador Tea Party, que apuntó al sistema electoral de los Estados Unidos con gran eficacia.

El capítulo final del Twitter y los gases lacrimógenos explica como los gobiernos están aprendiendo sobre las protestas en red y desarrollando formas de contrarrestar a los movimientos. En el dominio online, ahora es inútil intentar la censura global porque existen muchos mecanismos para saltárselos utilizando las redes sociales. Tufecki cita al gobierno chino como particularmente sofisticado en el control del discurso online. A pesar de la llamada “gran muralla china” para controlar internet, el gobierno permite una considerable cantidad de comentarios opuestos al régimen. Cuando intervienen los censores no es contra la crítica sino contra la comunicación que puede movilizar a la resistencia.

Una técnica gubernamental importante es permitir la comunicación disidente pero debilitar su impacto inundando los canales de comunicación con información, de manera que la disensión se pierda en la sobrecarga informativa. Otra técnica relacionada es intentar reducir la credibilidad de las principales voces disidentes difundiendo rumores y animando a la gente a cuestionar cualquier fuente. El resultado es, en muchos casos, el desentendimiento de la política porque parece que no hay voces creíbles, ni en las autoridades ni en sus oponentes.

Este análisis de Tufecki tiene un valioso sucesor en el libro de William Dobson “La curva de aprendizaje del dictador”. Los movimientos piensan a menudo principalmente en lo que ellos hacen y no lo suficiente en lo que hacen sus oponentes para contrarrestarlos.

La conexión noviolenta

Aunque Tufekci se basa en una amplia gama de estudios académicos, sorprendentemente no cita ni discute ideas de la acción noviolenta. Muchas de las observaciones y evaluaciones de Tufekci están totalmente de acuerdo con los resultados de la investigación sobre la noviolencia. ¿Qué se podría añadir? Hay dos cosas que llaman la atención.

Gran parte de la atención de Tufekci se centra en las concentraciones masivas y las ocupaciones, como la Plaza Tahrir en Egipto, el Parque Gezi en Turquía y el Parque Zuccotti en Nueva York. Son importantes, por supuesto, pero reciben una atención desproporcionada porque son signos muy visibles de resistencia y, por extensión, un imán para los periodistas. La investigación sobre la noviolencia apunta a una amplia variedad de medios que se pueden utilizar, como numerosos tipos de huelgas, boicots hasta llegar a crear instituciones alternativas. Los métodos de no cooperación son menos visibles públicamente que las movilizaciones de masas, pero pueden ser más poderosos.

Tufekci está atenta a la importancia de la flexibilidad táctica; de hecho, uno de sus principales temas es la incapacidad de las protestas en red para tomar decisiones, lo que conduce a la continuación de las acciones cuando han perdido su eficacia. Prestar atención a otras formas de acción ampliaría su análisis.

Otra contribución clave de la investigación sobre la noviolencia es la importancia del análisis estratégico. Reuniones, huelgas, boicots, etc. son los  medios  pero para que sean efectivos, los medios deben ser desplegados de una manera calculada para construir el movimiento, responder a los oponentes y, en general, hacer lo máximo para ser efectivos a largo plazo. Por supuesto, los movimientos rara vez están tan organizados y no pueden ser dirigidos por unos pocos líderes con perspicacia estratégica. En cambio, los movimientos efectivos permiten la experimentación con técnicas innovadoras como,  por ejemplo, la opción de usar o no usar el humor en diferentes partes de Serbia durante el desafío a Milosevic y aprender de la experiencia.

Tomar  decisiones

Tufekci ofrece un intenso relato del desafío que supone tomar decisiones en una gran manifestación u ocupación organizada a corto plazo a través de las redes sociales, en movimientos en los que  hay un rechazo de los métodos electorales y, en su lugar un, compromiso con los procesos no jerárquicos. Cuando el liderazgo formal es rechazado o cuestionado, se abre el espacio para el dominio de los procedimientos más informales, sobre todo, aquellos que son más elocuentes y confiados, y que a veces resultan manipuladores.

Tufekci cita el famoso artículo de Jo Freeman «La tiranía de la falta de estructura»: sin procesos formales, surgen jerarquías no explícitas. Sin embargo, los activistas adoptaron hace mucho tiempo procesos participativos, sobre todo grupos de afinidad y toma de decisiones por consenso, que son ampliamente utilizados. Un problema con una acción rápidamente organizada es que hay poco tiempo para formar grupos de afinidad. Otra es que los participantes pueden tener poca experiencia con los procesos de consenso.

Un problema más profundo es que los grupos de afinidad y los procesos de consenso no se extienden fácilmente. Alcanzar el consenso en un grupo de 10 es una cosa; alcanzarlo en un grupo de 10.000 es otra. Este problema sugiere la necesidad de desarrollar nuevos métodos de toma de decisiones para acciones masivas.

Una opción es recurrir a la experiencia de elegir grupos de personas aleatoriamente que se encarguen de la toma de decisiones  en lo que se denominan jurados de ciudadanos o minipúblicos.   Al igual que en un jurado de un tribunal de justicia, sus miembros son elegidos al azar, escuchan las pruebas y opiniones, deliberan y se les confía la toma de decisiones en el mejor interés de la comunidad en general.  Ha habido miles de ensayos y aplicaciones de este enfoque en todo el mundo, generalmente con resultados positivos. Los participantes casi siempre encuentran que la experiencia les da poder y protagonismo.

El modelo del jurado ciudadano aplicado a una acción de protesta requiere cierta preparación previa. Por un lado, hay que perfilar los procesos de toma de decisiones cuando la acción está organizada. Por otro lado, tiene que haber  un número suficiente de participantes con algún conocimiento y experiencia en este tipo de procesos. La consecuencia es que estos métodos necesitan ser probados y perfeccionados en la comunidad, especialmente en grupos de acción, cuando la presión sea menor.

Los jurados de ciudadanos son una opción que vale la pena explorar. El punto clave es que, debido a las deficiencias en la toma de decisiones de las acciones de masas, es necesario experimentar con una serie de posibilidades. Algunas de ellas podrían resultar ser alternativas a las votaciones rechazadas por tantos activistas.

Valor añadido

«Twitter y gas lacrimógeno» es un análisis sumamente valioso de las condiciones para las protestas masivas en la era de las redes sociales, y hay mucho que los activistas noviolentos pueden aprender del análisis de Tufekci.   Sobre todo,  la importancia de construir  movimiento antes de organizar una acción grande. Los aspectos clave de esa construcción de movimiento son el desarrollo de formas de relación entre sus miembros  y los métodos en la  toma de decisiones.

Señala la importancia de la atención. Tradicionalmente, la censura se ha aplicado, bloqueando el acceso a la información. Con el uso generalizado de las redes sociales, se utilizan nuevas técnicas, como la sobrecarga de información, los engaños, el cuestionamiento de la credibilidad o el acoso a los líderes sociales. Estas técnicas no suelen tenerse en cuenta en las discusiones sobre la acción noviolenta.

Las valoraciones sobre  la fuerza de un movimiento deben tener en cuenta que ahora es mucho más fácil organizar una gran manifestación.   Esto es relevante para los estudios que comparan la fuerza de las campañas no violentas en diferentes períodos de tiempo.

«Twitter y gas lacrimógeno» es un logro notable, que combina la experiencia personal y la investigación para proporcionar ideas de los propios activistas en la era de las redes sociales,  presentado en un estilo atractivo.   Su valor se incrementa porque las ideas de Tufekci pueden combinarse con las de las investigaciones sobre la noviolencia y la toma de decisiones participativa.

Compartir