Juan Carlos Rois para En Pie de Paz

4. Decálogo de problemas seculares de nuestro militarismo

El gasto militar español que fijan los PGE de 2021 consolida los problemas ancestrales que padecemos y que nos arrastran, con el consenso vergonzoso de la casta política, a una deuda inmoral e impagable, porque, principalmente, nuestro enorme, innecesario e indeseable militarismo es, además, insostenible.

Un gasto brutal e insostenible

Nuestro gasto militar es endémico, pero no es sostenible presupuestariamente, pues el coste de oportunidad que se establece es ingente, detrae recursos necesarios para otras necesidades sociales y es imposible de financiar, por lo que genera una creciente deuda.

Es llamativo que año tras año el Estado deba aprobar aumentos de gasto ingentes para poder cubrir la gestión de defensa. En este año hablamos de al menos 6.642,95 millones de euros, que demuestran lo insostenible y voraz del gasto de defensa. Este gasto, a su vez, genera la obligación de contraer deuda (5.619,01 millones en 2021) Para financiarlo, dado que los ingresos presupuestarios españoles son deficitarios, así como de amortizar deuda atrasada por importe de otros 1612,25 millones de euros.

Ello quiere decir que el presupuesto con que cuenta defensa, sin las correcciones de adquisición de deuda y de autorizaciones de aumento de gasto que realiza el Estado a lo largo del año no daría para llegar ni siquiera a mitad del ejercicio 2021.

Una estructura militar hiperinflada e innecesaria

Contamos con una estructura militar abrumadora, cercana a los 200,000 efectivos entre ejércitos y guardia civil, más un personal civil que supera las 10.000 personas al servicio de lo militar, así como un patrimonio ingente destinado a actividades militares (defensa es el segundo poseedor de tierras en España) y que incluye zonas de especial interés ecológico, patrimonio cultural, campos deportivos y recreativos exclusivos, museos, y hasta una catedral en propiedad, por no contar con un material bélico innecesario y que se ha adquirido con fines no estrictamente militares, sino de prestigio internacional de nuestra clase política, o bien enfocado a ser mostrado para la venta de armas.

Tan es así que Defensa cuenta con una duplicidad de estructuras hospitalarias, farmacéuticas, sociales, farmacéuticas, de investigación, vivienda, empresas, una justicia propia y todo un mundo cerrado que constituye en sí un Estado dentro del Estado.

Sólo con una drástica reducción de estos entramados, con la asignación a los militares de los mismos servicios del resto de los mortales y el trasvase y reconversión de gran parte de esta estructura hiperinflada a actividades civiles, se produciría una drástica reducción del insostenible gasto militar.

El gigantismo innecesario del personal destinado a la defensa

Contamos con un ejército desmesurado y que consume un altísimo porcentaje del presupuesto explícito del Ministerio de Defensa y de la Guardia Civil.

No sólo. La ratio que mantiene entre oficiales y tropa es de 1´7 soldados por oficial, algo carente de lógica y que no ocurre en ningún otro lugar.

Ello es debido a que tenemos más militares de los necesarios y a que los oficiales constituyen una casta privilegiada a la que no se quiere incomodar. Esto hace que, por ejemplo, exista una partida dentro del ministerio de defensa encargada de financiar la reserva de los oficiales durante el tiempo en que son innecesarios y hasta que pasan al retiro o jubilación. Partida esta que nos cuesta al año más de 500 millones de euros.

Sólo con abordar una redimensión del entramado militar para reducir un ejército tan desmesurado e innecesario, se acortaría uno de los grandes problemas de financiación del gasto militar.

      La ineficacia, obsolescencia y duplicidades en cuanto a su funcionamiento, lo cual a su vez genera unas brutales cuotas de despilfarro y de gastos irracionales e incontrolados

Otro de los grandes problemas de nuestro gasto militar es precisamente esta: la duplicidad de estructuras y de gastos que se genera, así como la existencia de gastos irracionales e indebidos, como los viajes y peregrinaciones religiosas, la financiación de competiciones deportivas, los gastos y compras destinadas a protocolo absurdos, los destinados a cuidar jardines o piscinas, o a actividades similares de las que en otras ocasiones se ha hecho recuento.

      La generación de una deuda inmoral e ilegítima por compra de armas que no son necesarias

Mantenemos una deuda inmoral por compra de armas en los Programas Especiales de Defensa ya comprometidos, de más de 30.000 millones de euros, a los que hay que sumar las nuevas deudas adquiridas en el que podemos denominar un nuevo ciclo de rearme por importe de más de 10.000 millones más hasta 2035.

A esta deuda inmoral se une la deuda anual que, para financiar los presupuestos de defensa, hay que abonar y acumular. Este año se pagarán 1612,25 millones destinados a deuda militar por presupuestos anteriores y se comprometerán otros 5.619 millones de euros más para financiar el deficitario presupuesto de defensa.

Sólo hay una manera de romper el circulo vicioso. Romper con este gasto militar empobrecedor y desmesurado.

     La absoluta opacidad y falta de transparencia de las políticas de defensa

La propia estructura del gasto militar español, con partidas ocultas constantes y en casi todos los ministerios, así como las constantes ampliaciones de créditos son un síntoma más de una de las principales características de nuestro militarismo: su opacidad y la falta de transparencia que mantiene y que obedece a la deliberada intención de gozar de un espacio de inmunidad y de evitar la crítica y el control.

     La ausencia de debate público sobre estas mismas y la más que preocupante ausencia de control efectivo y de soberanía en temas de defensa, hurtados a la sociedad y residenciados en una casta militar opaca.
     El enfoque intervencionista de nuestra política de defensa y la sumisión a la política militarista de la OTAN y de la UE, con la consiguiente ausencia de soberanía en materia de defensa.

Las propias actividades financiadas por el ministerio de Asuntos Exteriores en materia de defensa, o las armas que financia industria, o los PEAS que paga el ministerio de Defensa, o la línea política que desarrolla el ministerio con el componente de operaciones militares en el exterior que ejecutamos, los ejercicios militares españoles, la utilización de sus campos de tiro para finar la puntería de ejércitos que luego intervienen en conflictos internacionales, la existencia de bases militares extranjeras, etc. muestra este mal endémico: nuestras armas y programas de armamentos son las que precisa la política OTAN, todas ellas armas “de proyección” (para ser llevadas a miles de kilómetros y no de carácter defensivo).

El empeño estatal en promover y engrasar una industria militar enorme, con contratos de armas constantes que tienen como finalidad financiar ésta y con el estímulo de la fabricación y exportación de armas

Son varios los ministerios que financian la industria militar española según hemos consignado.

El preocupante militarismo ideológico de la propia estructura militar y su expansión hacia la sociedad en su conjunto

Todo ello nos sitúa dentro de los estados más protagonistas en mantener un status quo caracterizado por la dominación y la violencia, en el que jugamos como una de las principales bazas occidentales en el programa de injerencia militar (18 operaciones militares en pie en la actualidad y cerca de 100 desde que empezaron estas en tiempos de Felipe González), en la exportación de armas (sexta potencia mundial en la materia) que tan eficazmente contribuyen al rearme mundial que se viene produciendo y al empobrecimiento de los pueblos arrastrados por la deuda militar,

5. Un gasto insolidario

El actual contexto ha desvelado la enorme distancia que existe entre las necesidades de seguridad humana y la promesa de seguridad que ofrece el militarismo, incapaz e inútil para responder a dichas necesidades.

El gasto militar aparece como llamativo y abrumador cuando el poder que nos lo vende como necesario ha erosionado los servicios básicos y capaces de servir a las referidas necesidades sociales.

Por eso también el gasto militar, que detrae recursos necesarios para otros fines, es un gasto insolidario.

Y por eso sigue siendo tan oportuno luchar contra el mismo.

Porque forma parte del mundo que nos agrede, que agrede nuestros derechos, que niega atención a las necesidades de las sociedades, que aparece antagónico de la propia idea de seguridad humana.

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