Idlib contra la guerra, la dictadura y el extremismo: manifestantes en todas las localidades de Idlib se agolpan en las calles cada semana en protesta contra el extremismo, enfrentándose a las amenazas de los grupos armados yihadistas. Las organizaciones de la sociedad civil, con una fuerte presencia femenina, resisten contra la violencia y la falta de financiación.
Todo esto ignoran y silencian los medios y comentaristas de todo color político que continuamente hablan de Idlib como un «enclave terrorista», condenando a todas estas personas al exterminio.
No, Idlib no es un enclave terrorista
Publicado en Flores en Daraya, el 30 de septiembre de 2018
Autor: Sina Zekavat
Publicación original en inglés en Mangal Media, 24 de septiembre 2018
A medida que Turquía y Rusia avanzan hacia la implementación de una “zona de desmilitarización” de 15 a 20 kilómetros entre Idlib y las zonas circundantes controladas por el régimen, los principales medios de comunicación y las fuerzas del statu quo se empeñan en presentar Idlib como un “enclave terrorista”, mientras que las personas que viven dentro de la región están decididas a romper con esta imagen falsa y peligrosa.
Unos días después de que Rusia y el régimen de Asad reanudaran el bombardeo aéreo sobre Idlib, la congresista demócrata Tulsi Gabbard calificó Idlib de “bastión de Al Qaeda” en un mensaje en vídeo publicado en su cuenta de Twitter. En el mismo tuit, llama a Idlib una “ciudad controlada por Al-Qaeda”. Una semana más tarde, durante un discurso dirigido a los miembros del Congreso de Estados Unidos, afirmó que en Idlib hay “entre 20.000 y 40.000 miembros de Al Qaeda y otros yihadistas”, un número que supera con creces el número reportado por la ONU e incluso por las plataformas de propaganda a favor del régimen.
David Duke, ex-líder del Ku Klux Klan (y partidario vocal de Trump y Gabbard), también ha estado tuiteando en apoyo de Rusia y del bombardeo sobre Idlib por parte de Asad. Afirmó que lo hacía para “proteger a los verdaderos niños de Idlib”, lo que implica que los niños que son blanco de los bombardeos aéreos de Asad y Rusia son “falsos actores de la crisis” y merecedores de la muerte, por el delito de desinformar al público estadounidense.
Vijay Prashad, prominente académico en círculos izquierdistas, se ha unido al coro utilizando representaciones de Idlib peligrosas y estereotipadas. En su último artículo, Prashad escribe que es “es intolerable para el gobierno de Damasco permitir un enclave de rebeldes de Al Qaeda dentro del país, por lo que la batalla principal se tiene que dar allí, en Idlib”. Califica de “fea” pero “inevitable” la campaña militar contra Idlib de Asad y sus aliados. Para normalizar aún más este horrible escenario, Prashad termina su artículo aconsejando a todos los habitantes de Idlib que “lleguen a un acuerdo antes de que comience la terrible matanza. Este bombardeo no es la primera salva en la batalla final, sino el último intento de negociación”.
Idlib como espacio de lucha por la seguridad y la autodeterminación
Totalmente ausente de la imagen de Idlib presentada por Gabbard, Duke, Prashad y muchos otros está la presencia de más de 3 millones de civiles (cerca de 1 millón de ellos niños, según UNICEF) atrapados entre la frontera militarizada de Turquía y las zonas controladas por el régimen. Según informes, dentro esta población, 1,5 millones son personas desplazados forzosamente de Ghuta Oriental, Alepo y otras zonas de Siria. Estas zonas han sido ocupadas por el régimen de Asad, Rusia, Irán y Hezbolá a través de una bárbara campaña de ataques aéreos, asedios contra los asentamientos y desplazamientos forzados. Pero más allá de esta catastrófica situación humanitaria, la provincia de Idlib es también el hogar de cientos de organizaciones de la sociedad civil y consejos locales que se crearon durante la revolución y continúan resistiendo. Durante los últimos 8 años, esta red civil de base ha estado a la vanguardia de la lucha contra la política sectaria, represiva y hegemónica tanto de los grupos extremistas salafistas como del régimen de Asad. Como informa Leila Al Shami:
“ Hay más de 150 consejos locales en la provincia de Idlib, muchos de los cuales han elegido democráticamente a sus miembros en las primeras elecciones de este tipo en más de cuatro décadas de gobierno de Asad… La existencia de grupos militantes extremistas en la provincia de Idlib es la justificación dada por el régimen y su aliado ruso para continuar su ataque aéreo. Sin embargo, estos ataques aéreos, que por lo general se dirigen contra zonas residenciales e infraestructuras civiles vitales, y que mutilan y matan a hombres, mujeres y niños, crean el caos y la desesperación en el que prosperan los grupos extremistas.
La presencia de tales grupos también proporciona una razón a los donantes para retirar su financiamiento a las organizaciones de la sociedad civil por temor a que termine en manos equivocadas. Sin embargo, la resistencia al extremismo tiene su mayor éxito en las comunidades locales que cuentan con sólidas redes de la sociedad civil y, lo que es más importante, en las que participan activamente las mujeres cuyos derechos se encuentran más amenazados. Una política seria contra el extremismo requeriría que se pusiera fin a los bombardeos de civiles y que se mantuvieran los fondos y el apoyo a los grupos de mujeres de la sociedad civil”.
Lejos de ser un “enclave de Al Qaeda”, Idlib es actualmente el centro de una compleja red de intereses políticos contrapuestos, con actores que van desde Estados-nación imperialistas hasta milicias reaccionarias y una red frágil pero resistente de organizaciones de la sociedad civil. En una reciente declaración colectiva firmada por más de 20 organizaciones locales de la sociedad civil, Idlib fue descrito como un potencial “núcleo de una nueva Siria libre de tiranía y extremismo “.
Manifestaciones populares contra la guerra cada semana en Idlib
También están ausentes en el discurso de Gabbard, Duke y Prashad las populares y pacíficas manifestaciones masivas contra la guerra, la dictadura y el extremismo que han tenido lugar todos los viernes en Idlib durante las últimas tres semanas.
Cada manifestación se ha organizado bajo un lema popular específico. La primera concentración, el 7 de septiembre, se organizó bajo el lema #خيارنا_المقاومة (“La resistencia es nuestra elección”), la segunda, el día 14, fue bajo el lema #_بديل_عن_إسقاط_المقاومة (“No hay alternativa a la caída del régimen”), y la última, el 28, #نظام_الأسد_لا_ (“el régimen de Assad es la fuente de todo terrorismo”).
En dos ocasiones el grupo salafista Tahrir al-Sham (HTS) atacó las protestas populares con armas de fuego, tratando de poner fin a las concentraciones dispersando a la multitud, pero la gente permaneció unida y respondió al grito de “¡Esto es Idlib!” “¡Matones (del régimen) fuera, fuera, fuera!”.
Miles de hombres y mujeres de todas las edades se han unido a estas manifestaciones populares con carteles y pancartas hechas a mano, excepcionalmente bellas y expresivas. Muchas de las señales de protesta se han centrado contra la falsa imagen que se presenta de Idlib como un “enclave terrorista”; una imagen muy irresponsable y reduccionista que la mayoría de los expertos y políticos occidentales de todos los orígenes políticos han estado perpetuando. “Queremos libertad, no somos terroristas”, decía uno de los letreros. “Esta es nuestra tierra, no saldremos de ella”, dice otro. También se han intercambiado cartas de solidaridad entre las manifestaciones de Idlib y la semanal Marcha del Regreso en Gaza.
Malcolm X, Racialización y “Guerra contra el terror”
Es irónico que Gabbard[1], Duke, Prashad y muchos otros que aparentemente se oponen a la interminable guerra de Israel contra los palestinos (o a las interminables guerras de Estados Unidos en toda la región del Medio Oriente y Norte de África) adopten y repitan cínicamente el discurso deshumanizador y anti-musulmán de Israel sobre la “fortaleza terrorista”, el “escudo humano” y el “derecho a la autodefensa” del régimen local. Estas son las mismas terminologías que el régimen israelí ha estado promoviendo en los principales medios de comunicación para justificar su propio bombardeo vicioso contra escuelas, hospitales y mercados en barrios residenciales de Gaza y Cisjordania.
Sin embargo, esta retórica mediática letal, usada como arma, es anterior al borrado sistémico de los palestinos por parte de Israel. Esta terminología es reliquia del arsenal colonial. En su discurso de 1964 en la Unión de Estudiantes de la Universidad de Oxford, Malcolm X trató a fondo este fenómeno histórico:
“Si se estudia la historia de las diferentes guerras, siempre que un país que está en el poder quiere intervenir injustamente e invadir la propiedad de otra persona, utiliza la prensa para hacer parecer que la zona que está a punto de invadir está llena de salvajes, o llena de personas que se han vuelto locas, o que están violando a mujeres blancas, o que están acosando a monjas, utilizan la misma vieja táctica año tras año… Los poderes que usan la prensa para dar al diablo una imagen angélica y dar una imagen diabólica a quien es en verdad angélico. Hacen que la opresión, la explotación y la guerra parezcan en realidad un acto de humanitarismo… Esto también se consigue mediante la manipulación de imágenes. Cuando quieren que se piense que una determinada zona o grupo está involucrado en acciones de extremismo, lo primero que hacen es proyectar a esa persona con la imagen de un extremista”.
A través de sus observaciones y análisis anti-autoritarios, Malcolm X deconstruyó los mismos mecanismos de representación que permiten el borrado sistemático y el terror contra las comunidades de color negras y no negras, tanto dentro como fuera de los Estados Unidos. El discurso de la “guerra contra el terror” en el que se basan hoy el régimen de Asad y muchos otros estados autoritarios, es simplemente la continuación y globalización del mecanismo de representación racializada de Estados Unidos.
El borrado retórico de los habitantes locales y la representación de cualquier geografía, ya sea Idlib, Alepo, África, Gaza, Cachemira, Hodeida o Ferguson como un “enclave extremista” (o “el corazón de Al Qaeda”, como prefieren Max Blumenthal y Ben Norton) es la continuación de una historia de siglos de violencia representativa de la supremacía blanca, colonialista e imperialista. Una forma de violencia que utiliza la islamofobia, los estereotipos, la racialización y la homogeneización para producir imágenes criminalizantes de todo un territorio y sus habitantes, en preparación para un exterminio total. Sólo podremos resistir a estas imágenes violentas, reduccionistas y odiosas si nos hacemos eco de las voces de las comunidades civiles resistentes que luchan por la seguridad, la dignidad y la libre determinación colectivas.
[1] A pesar de recibir fondos de grupos de presión pro-israelíes y también del apoyo de figuras religiosas derechistas pro-israelíes como el rabino Shmuley Boteach, Gabbard ha estado tratando de conseguir puntos extra “progresistas” explotando la lucha palestina.
Imagen destacada de Anas Alshamy