Un testimonio de primera mano
En En Pie de Paz estamos preocupadas por la situación que se está produciendo en Nicaragua. Y una vez más, al mismo tiempo, se está desarrollando en algunos ámbitos una deformación del relato de lo que allí está ocurriendo: hemos querido acudir a alguien de absoluta confianza, porque conocemos personalmente, para que nos cuente lo que ha visto allí. Será éste un primer artículo en esta línea de relato a pie de los acontecimientos, en esta ocasión de una joven educadora residente en Zaragoza, María Terol. Ella ha participado en varios proyectos educativos en el país centroamericano, y este artículo dará paso a otros textos de gente desde la propia Nicaragua. El texto se puede ampliar con la lectura de la descripción más detallada cronológicamente de lo ocurrido en estos meses que ella misma hace también en https://www.letraslibres.com/espana-mexico/politica/ultimos-dias-en-leon-nicaragua
Los últimos meses en Nicaragua parecen de película
Situaciones que hace tres meses solamente habíamos visto en el cine saltan la pantalla y se presentan en forma de realidad cotidiana: policías encapuchados armados hasta los dientes; jóvenes capturados y torturados abandonados como perros en cunetas; madres llorando y clamando justicia; barricadas levantadas en cada cuadra para protegernos resguardadas por chavalas y chavalos con tirachinas, piedras y morteros…
La realidad claramente supera la ficción cuando toda tu gente está destrozada. Muchas se quedan sin trabajo porque el turismo desaparece o porque las personas para las que trabajan deciden irse del país. Otras tienen que salir corriendo de sus casas porque la policía y los paramilitares están atacando en la misma calle o porque reciben amenazas de vecinos que opinan diferente. Alguna está preocupada porque su hijo se despierta llorando al soñar que un policía le dispara. Y, a la mayoría, le invade una mezcla de miedo, impotencia, indignación y asombro.
Asombro, porque nadie se esperaba esto en un país en el que hace tres meses pocas eran las voces que se oían en oposición al gobierno. Salvo los movimientos feminista y campesino en las calles y personas de confianza en las casas, nadie parecía cuestionar nada.
Asombro, por la capacidad de lucha y resistencia de un pueblo que no permite que le pisoteen y exige una patria o matria libre para vivir.
Y asombro, en el sentido contrario, por un gobierno cínico, capaz de todo con tal de mantener su poder y al que los derechos al trabajo y a la libre circulación le importan más que el derecho a la vida.
Toda película tiene su banda sonora y ésta, aunque real, no podía ser menos. La explosión grave de los morteros, el sonido seco de los disparos y el repicar de las campanas de las iglesias advirtiendo los ataques resuenan en el cielo, intensificándose en las noches. Todo ello mezclado con las radios que cuentan la última hora y difunden, junto con los vídeos en las redes sociales, lo que está pasando en contraposición a la manipulación de medios oficialistas. Y, como telón de fondo, las canciones revolucionarias de los años ochenta o inspiradas en esta nueva etapa, siempre alegres y combativas, fiel reflejo de la esencia nicaragüense.
Una esencia que lo empapa todo y te ofrece en la puerta de casa escenas tan auténticas como la protagonizada por una veintena de mujeres, niñas y niños construyendo con adoquines la que horas más tarde se conocería como la reina de las barricadas de León.
A la vez que los niveles de violencia, represión y violación de los derechos humanos aumentan, también lo hacen las redes de solidaridad, apoyo y cuidados. Somos seres interdependientes y en situaciones extremas de crisis como esta, tomamos conciencia y nos damos cuenta de que sin una red que te sostenga te caes y no te levantas. No sobrevives, literalmente.
Pero en sobrevivir, resistir y continuar Nicaragua tiene experiencia y esto alimenta la esperanza de que esta peli, que ya se hace demasiado larga, tenga un final feliz. Aunque, para lograrlo, otra de las claves sea recordar que no se trata de una película para ver en el sofá de casa comiendo palomitas. Está pasando y hay que actuar.