Comunidades afectadas por un conflicto, a menudo desarrollan sofisticadas y efectivas estrategias de autoprotección noviolenta, muchas de las cuales tienen estrechos vínculos con el mantenimiento de la paz civil. Este es uno de esos casos.

Fuente: wagingnonviolence.org  Autora: Traducción de enpiedepaz.org

Cuando una flotilla de 44 lanchas llenas de 300 tamiles de Sri Lanka -y un pequeño grupo de activistas, periodistas y clérigos- ignoró las órdenes explícitas de la Armada y sus ocupantes se dirigieron a sus antiguos hogares en la isla de Iranaitheevu, ocupada por la Armada, en realidad no pensaron que lo lograrían.

«Estábamos muy, muy asustadas», dijo Elisabeth, una de las mujeres que ayudó a organizar la iniciativa.

Como mínimo, esperaban que la marina les impidiera atracar sus barcos en la isla. Mucho peor, pero también posible, era que la marina abriera fuego e incluso matara a algunos de ellos. Después de todo, han pasado los últimos 26 años impidiéndoles regresar a su isla.

Lo que no anticiparon la mañana de su partida, el 23 de abril, cuando los oficiales de la armada y de los servicios de inteligencia invadieron el puerto de la parte continental y fotografiaron sus preparativos, fue que no encontraran resistencia a su llegada.

Casi tres meses después, 100 miembros de la comunidad han regresado a la isla definitivamente. Después de un cuarto de siglo de desplazamiento han comenzado a reconstruir la ciudad, largamente descuidada y devastada por la guerra.

Su éxito no fue resultado de la suerte, ni la marina tuvo un cambio repentino de opinión. La razón fue que un grupo de mujeres de la comunidad había desarrollado y puesto a funcionar una estrategia no violenta que se asemeja mucho a las técnicas llevadas a cabo por personal civil profesional de mantenimiento de la paz en zonas de conflicto en todo el mundo.

Tierra quemada

La guerra civil de Sri Lanka -que se libró entre el gobierno dominado por la mayoría cingalés y un grupo separatista minoritario, los Tigres de Liberación del Ealam -o LTTE- envolvió Iránaitheevu en 1992 obligando a sus 650 residentes a huir al continente. Pasaron los siguientes 17 años desplazándose constantemente y reubicándose en diferentes zonas del norte de Sri Lanka para evitar los combates.

La guerra terminó en 2009 después de que el gobierno llevara a cabo una política de tierra quemada. Bombardeó hospitales, distribuciones de ayuda y zonas de seguridad en territorio de los Tigres de Liberación de Eelam Tamil para conseguir una victoria militar. Mientras tanto, los LTTE se negaron a permitir que los civiles huyeran en un esfuerzo inútil por utilizarlos como escudos humanos. La comunidad de Iranaitheevu estaba entre los 350.000 civiles atrapados en medio.

Una vez acabada la guerra -en un aparente intento de eliminar cualquier potencial remanente de los LTTE-  el gobierno confinó a la comunidad iraníaitheevu y al resto de la población civil superviviente en campamentos de desplazados superpoblados, con constantes violaciones de los derechos humanos, incluidas la violencia sexual y la tortura. Cuando el gobierno liberó a los miembros de la comunidad de Iranaitheevu de los campamentos seis meses después, esperaban que finalmente regresaban a sus casas. En cambio, se dieron cuenta de que la marina seguía ocupando su isla y que no tenía planes de salir.

La comunidad se dedicó a la defensa política durante los siguientes siete años pero no logró convencer al gobierno de que permitiera su regreso. En mayo de 2017, comenzaron a participar en una protesta continua frente a una iglesia en Iranaimaatha Nagar, una ciudad portuaria y uno de los puntos más cercanos a Iranaitheevu en el continente. Los miembros de la comunidad alternaban turnos, asegurando que por lo menos unos cuantos manifestantes estuvieran siempre estacionados en la iglesia, sosteniendo letreros que decían «liberar nuestra tierra natal», mientras que también indicaban cuántos días habían estado protestando.

Sin embargo, un grupo de mujeres -conocido como la Iranaitheevu Women’s Development Society, o WDS- pronto comenzó a sospechar que la protesta tampoco sería efectiva. No pensaban -como grupo minoritario despreciado en una parte remota del norte de Sri Lanka- que una protesta tradicional podría presionar suficientemente al gobierno para que cumpliera con sus demandas. Otras comunidades desplazadas estaban llevando a cabo protestas similares, y la mayoría estaban teniendo poco éxito. Además, como Iranaitheevu es una ubicación militar estratégica a lo largo del Estrecho de Palk, la marina parecía inflexible en cuanto a dejar el control de la isla.

Aunque la comunidad nunca dejó de protestar, el WDS comenzó a planear simultáneamente otra estrategia para asegurar su regreso a casa, una que no dependía del permiso del gobierno o del consentimiento de la marina. Les llevó casi un año preparar su estrategia y reunir el valor para ejecutarla.

Cómo derrotar a un militar con la noviolencia

Las mujeres confiaban en que podrían organizar la logística de su regreso a la isla, ya que la mayoría de los hombres de la comunidad son pescadores y tienen lanchas a motor para navegar las 13 millas desde tierra firme hasta Iránaitheevu. La parte más difícil fue asegurarse de que la marina no las atacara en el proceso.

Si intentaban partir solas, temían que la marina tomara represalias, después de todo, estarían en un lugar remoto sin testigos y sería fácil para la marina utilizar la violencia contra civiles desarmados.

Con esto en mente, el WDS se propuso encontrar un grupo de testigos que pudieran acompañarlas a la isla, pero estos testigos no podían ser cualquiera, tenían que conferir cierto grado de influencia y respeto de modo que el miedo a  las consecuencias que acarrearía las represalias a las mujeres, disuadieran a la armada de recurrir a la violencia.

En su búsqueda de testigos estratégicos, el WDS reclutó activistas de derechos humanos (que podían informar sobre el comportamiento de la Marina), clérigos (que aportaban cierta autoridad moral) y periodistas, incluyendo un equipo de cámaras (que podían documentar todo el evento para que pudiera ser compartido con el mundo exterior).

Una vez hecho esto, se dedicaron a diseñar la óptica del evento. Primero, para asegurarse de que la marina no pudiera justificar un ataque en defensa propia, ataron banderas blancas a cada lancha a motor, señalando que estaban desarmadas. Luego hicieron carteles con consignas como «liberen la tierra del pueblo iraníaitheevu y permitan su reasentamiento», asegurándose de usar letras grandes  en los tres idiomas de Sri Lanka. Y cuando navegaban, se aseguraban de que las banderas y los carteles fueran claramente visibles para que la armada no pudiera confundir sus intenciones.

La comunidad de Iranaitheevu se prepara para dejar el continente. (WNV/Ruki Fernando)

Cuando la comunidad desembarcó en Iranaitheevu, se encontraron a tres oficiales de la marina sorprendidos  que les preguntaron sobre sus intenciones. Uno de los sacerdotes, al que se le asignó el papel de negociador, debido a su relación preexistente con la marina, habló. Con cortesía, pero con firmeza -y con las cámaras aún rodando- informó a los oficiales de que el pueblo iraníaitheevu estaba regresando a sus hogares, y que no se les disuadiría.

Sin estar preparados para responder, los oficiales de la marina se retiraron, diciendo que tendrían que consultar a oficiales superiores de la marina.

En ese momento, la comunidad se dio cuenta de que había tenido éxito.

«Lloraron con lágrimas de alegría, corrieron a la iglesia y comenzaron a cantar himnos», dijo una monja que los acompañó y habló con la condición de guardar su  anonimato.

La marina nunca hizo ningún intento posterior de expulsar al pueblo iraníaitheevu de la isla.

Al contrario, tres semanas después, el gobierno concedió a la comunidad permiso oficial para quedarse, renunciando a su campaña de un cuarto de siglo para mantenerlos alejados de sus tierras.

La ciencia del acompañamiento protector

Si bien tal victoria puede parecer improbable o incluso afortunada -dados los factores de riesgo implicados-, el WDS empleó en realidad una metodología desarrollada y perfeccionada por personal civil de pacificación conocida como acompañamiento de protección. La práctica consiste en colocar a una tercera persona que sea respetada para que esté visiblemente presente y en estrecha proximidad física con los civiles vulnerables, a fin de disuadir a los posibles perpetradores de participar en actos de violencia.

La estrategia es eficaz porque crea consecuencias inaceptables para el caso de que se produzcan actos de violencia, tanto en términos de repercusiones prácticas como de desaprobación social. Como analogía, la violencia doméstica es mucho más común en los hogares que en los centros comerciales, no sólo porque los posibles perpetradores quieren evitar las repercusiones legales, sino también porque no quieren que los demás compradores piensen que son malas personas. El acompañamiento protector, en esencia, hace que los civiles vulnerables estén más seguros en un centro comercial público que en su propio domicilio.

La investigación en psicología social y neurología también ayuda a explicar por qué el acompañamiento protector es eficaz para disuadir del uso de la violencia: El cerebro humano está conectado para modificar el comportamiento y evitar la desaprobación social cuando percibe que está siendo observado por un tercero. Algunos biólogos han concluido que esta tendencia es en realidad un producto de la evolución, ya que nuestros antepasados dependían de la cooperación social para sobrevivir.

Resulta que esta respuesta está tan arraigada que incluso la ilusión de ser observado hace que la gente coopere más. Diversos estudios realizados en diferentes países han demostrado que colocar imágenes de los ojos en lugares clave puede disuadir a los peatones de robar bicicletas, motivar a los transeúntes a recoger basura, e incentivar a la gente a hacer donaciones.

Organizaciones civiles especializadas en el mantenimiento de la paz, como Nonviolent Peaceforce y Peace Brigades International (Brigadas Internacionales de Paz), acompañan a grupos de civiles que son blanco directo de los grupos armados, mujeres en zonas de conflicto que son vulnerables a las agresiones sexuales y defensores de los derechos humanos que se encuentran bajo amenaza como resultado de su trabajo.

Iranaitheevu parece ser un caso único de acompañamiento protector, ya que el WDS reclutó a su propio personal civil de mantenimiento de la paz a la vez que planificaba y dirigía toda la operación. Sin embargo, por muy notable que sea su historia, estudiosos políticos como Casey Barrs y Oliver Kaplan han descubierto que las comunidades afectadas por el conflicto, a menudo desarrollan sofisticadas estrategias de autoprotección, muchas de las cuales tienen estrechos vínculos con el mantenimiento de la paz civil.

Sin embargo, estas iniciativas a menudo se pasan por alto. Cuando las estrategias de autoprotección tienen éxito, las personas no se lastiman y el efecto puede parecer mucho menos dramático que la violencia.

 

Contamos historias sobre la violencia y las atrocidades en un intento de evitar que ocurran en el futuro, a menudo en línea con el mantra de «nunca más». Pero para prevenir eficazmente la violencia, también debemos contar las historias en las que la violencia finalmente no ocurrió, porque son estas historias las que nos dan la guía para hacer que «nunca más» sea una realidad.

 

Imagen destacada: Miembros de la comunidad Iranaitheevu de camino a la isla. (WNV/Ruki Fernando)

 

Compartir