Caminamos, en las plataformas antidesahucios, en los movimientos antimilitaristas, en la lucha de las mujeres por la igualdad, con las exigencias de los pensionistas, desde el movimiento ecologista, las organizaciones de apoyo a personas migrantes… los movimientos sociales se postulan, si no como los principales agentes del cambio, sí como forzadores de una nueva estructura social bajo el lema de otro mundo es posible, más justo, más solidario, mas verde, mas vivible para todos y todas.

Como sociedad vivimos en un momento de encrucijada, los viejos y nuevos partidos políticos no se hacen eco de las demandas sociales, la barca en la que navegamos hace aguas, toca reinventarnos, saber que queremos, urge debatir y consensuar… el dónde queremos ir se ve borroso, el con quién, pero sobre todo, el cómo tenemos que hacerlo.

La idea de la revolución violenta siempre ha estado presente en el imaginario de las elites y ha sido por las grandes cantidades de recursos que se le ha dedicado que han penetrado en el pueblo. Como no podía ser de otra manera, las víctimas, las muertas y los muertos, son y han sido mayoritariamente pueblo. Los que se enriquecen con la destrucción que provocan las guerras, los ideólogos y autores de las proclamas belicistas y los que se mueven por intereses económicos y estratégicos son ajenos a nosotros, se sitúan en otro plano desde donde deciden nuestra ideología, nuestra vida y nuestra muerte.

La lucha armada y los cambios producidos de la mano de la violencia ha resultado ser una sangría para la humanidad entera, urge valorar nuevas acciones, que no nos dejen por el camino en este proceso.

Caminamos, pero esta vez tiene que ser con la noviolencia, con la resolución negociada de los conflictos, desarrollando nuevas técnicas y utilizando nuevas herramientas… por si acaso tomamos el camino equivocado o resultara necesario realizar varios intentos.

 

Imagen destacada: La resistencia rosa a la guerra de Marianne Jørgensen
Texto de Pacifistas Ciudad Real

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