Judith Butler es una de las filósofas contemporáneas más influyentes. Judía estadounidense, acaba de publicar un artículo titulado The Compass of Mourning (La brújula del duelo) donde escribe sobre violencia y la condena de la violencia.

La brújula del duelo

Judith Butler  escribe sobre violencia y la condena de la violencia

Los asuntos que más necesitan ser debatidos públicamente, aquéllos más urgentes, son los que resultan difíciles de debatir dentro de los marcos de los que disponemos actualmente. Aunque se quiera ir directamente al asunto en cuestión, se topa con los límites de un marco que hace casi imposible decir lo que una tiene que decir. Quiero hablar de la violencia, de la violencia actual, de la historia de la violencia y de sus múltiples formas. Pero si una quiere documentar la violencia, lo que significa entender los bombardeos y asesinatos masivos en Israel por parte de Hamás como parte de esa historia, puede ser acusada de «relativizar» o «contextualizar». Debemos condenar o aprobar, y eso tiene sentido, pero ¿es eso todo lo que se nos exige éticamente? De hecho, condeno sin reservas la violencia cometida por Hamás. Ha sido una masacre aterradora y repugnante. Esa fue mi primera reacción, y perdura. Pero también hay otras reacciones.

Quiero hablar de la violencia, de la violencia actual, de la historia de la violencia y de sus múltiples formas. Pero si una quiere documentar la violencia, lo que significa entender los bombardeos y asesinatos masivos en Israel por parte de Hamás como parte de esa historia, puede ser acusada de «relativizar» o «contextualizar».

Casi de inmediato, la gente quiere saber de qué «lado» estás, y está claro que la única respuesta posible a tales matanzas es la condena inequívoca. Pero ¿por qué a veces pensamos que preguntarnos si estamos utilizando el lenguaje adecuado o si comprendemos bien la situación histórica se interpondría en el camino de una condena moral firme? ¿Es realmente relativizador preguntarse qué es exactamente lo que condenamos, cuál debe ser el alcance de esa condena y cuál es la mejor manera de describir la realidad o realidades políticas a las que nos oponemos? Sería extraño oponerse a algo sin comprenderlo o sin describirlo bien. Sería especialmente extraño creer que la condena exige negarse a comprender, por miedo a que el conocimiento sólo pueda cumplir una función relativizadora y minar nuestra capacidad de juzgar. ¿Y si fuera moralmente imperativo extender nuestra condena a crímenes tan atroces como los que repetidamente destacan los medios de comunicación? ¿Cuándo y dónde empieza y termina nuestra condena? ¿No necesitamos una evaluación crítica e informada de la situación para acompañar la condena moral y política, sin temer que el hecho de informarnos nos convierta, a los ojos de la gente, en incapaces morales cómplices de crímenes espantosos?

Casi de inmediato, la gente quiere saber de qué «lado» estás, y está claro que la única respuesta posible a tales matanzas es la condena inequívoca. Pero ¿por qué a veces pensamos que preguntarnos si estamos utilizando el lenguaje adecuado o si comprendemos bien la situación histórica se interpondría en el camino de una condena moral firme? 

Hay quienes utilizan la historia de la violencia israelí en la región para exonerar a Hamás, pero utilizan una forma corrupta de razonamiento moral para lograr ese objetivo. Digámoslo claramente, la violencia israelí contra la población palestina es abrumadora: bombardeos implacables, asesinatos de personas de todas las edades en sus hogares y en las calles, torturas en las prisiones, técnicas de hambruna en Gaza y desposesión de sus hogares a las familias palestinas. Y esta violencia, en sus múltiples formas, se ejerce contra un pueblo sin Estado, sometido a las normas del apartheid y al dominio colonial. Sin embargo, cuando el Comité de Solidaridad con Palestina de Harvard emite una declaración en la que afirma que «el régimen de apartheid es el único culpable» de los mortíferos ataques de Hamás contra objetivos israelíes, comete un error. Es un error atribuir la responsabilidad de esa manera, y nada debería exonerar a Hamás de su responsabilidad en las horribles matanzas que ha perpetrado. Al mismo tiempo, este grupo y sus integrantes no merecen que se les incluya en una lista negra ni que se les amenace. Sin duda tienen razón al señalar la historia de violencia en la región: «Desde la sistemática confiscación de tierras hasta la rutina de los ataques aéreos, desde las detenciones arbitrarias hasta los controles militares, y desde las separaciones familiares forzosas hasta los asesinatos selectivos, las gentes palestinas se han visto obligadas a vivir con la muerte, tanto lenta como repentina».

Es un error atribuir la responsabilidad de esa manera, y nada debería exonerar a Hamás de su responsabilidad en las horribles matanzas que ha perpetrado.

Debe decirse que es una descripción acertada, pero no significa que la violencia de Hamás sea sólo violencia israelí con otro nombre. Es cierto que debemos comprender por qué grupos como Hamás han cobrado fuerza a la luz de las promesas incumplidas de Oslo y esa «muerte lenta y repentina» que describe la experiencia vital de muchas personas palestinas que viven bajo la ocupación, ya sea por la vigilancia constante y la amenaza de detención administrativa sin el debido proceso, o por el asedio cada vez más intenso que niega a la población de Gaza medicamentos, alimentos y agua. Sin embargo, no obtenemos una justificación moral o política de las acciones de Hamás haciendo referencia a su historia. Si se nos pide que entendamos la violencia palestina como una continuación de la violencia israelí, como nos pide el Comité de Solidaridad con Palestina de Harvard, entonces sólo hay una fuente de culpabilidad moral, y ni siquiera la población palestina asume sus actos violentos como propios. Esa no es forma de reconocer la autonomía de la acción palestina. La necesidad de separar la comprensión de la violencia omnipresente e implacable del Estado israelí de cualquier justificación de la violencia es crucial si queremos considerar qué otras formas hay de deshacerse del dominio colonial, detener las detenciones arbitrarias y las torturas en las cárceles israelíes y poner fin al asedio de Gaza, donde el agua y los alimentos están racionados por el Estado-nación que controla sus fronteras. En otras palabras, la cuestión de qué mundo es aún posible para todas las personas que habitan esa región depende de las formas de acabar con el dominio colonial de los colonos. Hamás tiene una respuesta aterradora y espantosa a esa pregunta, pero hay muchas otras. Sin embargo, si se nos prohíbe referirnos a «la ocupación» (que forma parte del Denkverbot1 alemán contemporáneo), si ni siquiera podemos escenificar el debate sobre si el dominio militar israelí de la región es apartheid racial o colonialismo, entonces no tenemos ninguna esperanza de comprender el pasado, el presente o el futuro. Mucha gente que observa la carnicería a través de los medios de comunicación se siente desesperanzada. Pero una de las razones por las que está desesperanzada es precisamente que lo están viendo a través de los medios de comunicación, viviendo en el mundo sensacionalista y pasajero de la indignación moral sin esperanza. Una moral política diferente requiere tiempo, una forma paciente y valiente de aprender y nombrar, para que podamos acompañar la condena moral con una visión moral.

La necesidad de separar la comprensión de la violencia omnipresente e implacable del Estado israelí de cualquier justificación de la violencia es crucial si queremos considerar qué otras formas hay de deshacerse del dominio colonial, detener las detenciones arbitrarias y las torturas en las cárceles israelíes y poner fin al asedio de Gaza…

Me opongo a la violencia que Hamás ha infligido y no tengo coartada que ofrecer. Cuando digo esto, estoy dejando clara una posición moral y política. No me equivoco cuando reflexiono sobre lo que esa condena presupone e implica. Cualquiera que se una a mí en esta condena podría preguntarse si la condena moral debe basarse en una cierta comprensión de aquello a lo que se opone. Podría decirse que no, que no necesito saber nada sobre Palestina o Hamás para saber que lo que han hecho está mal y para condenarlo. Y si nos detenemos ahí, confiando en las representaciones contemporáneas de los medios de comunicación, sin preguntarnos nunca si son realmente correctas y útiles, si dejan que se cuenten las historias, entonces aceptamos cierta ignorancia y confiamos en el marco presentado. Al fin y al cabo, todo el mundo está ocupado y no siempre es posible dedicarse a la historia o a la sociología. Es una forma posible de pensar y de vivir, y la gente bienintencionada vive así. ¿Pero a qué precio?

Y si nos detenemos ahí, confiando en las representaciones contemporáneas de los medios de comunicación, sin preguntarnos nunca si son realmente correctas y útiles, si dejan que se cuenten las historias, entonces aceptamos cierta ignorancia y confiamos en el marco presentado

¿Y si nuestra moral y nuestra política no acabaran con el acto de condena? ¿Y si insistiéramos en preguntarnos qué forma de vida liberaría a la región de una violencia como ésta? ¿Y si, además de condenar los crímenes gratuitos, quisiéramos crear un futuro en el que este tipo de violencia llegara a su fin? Se trata de una aspiración normativa que va más allá de la condena momentánea. Para lograrlo, tenemos que conocer la historia de la situación, el crecimiento de Hamás como grupo militante en la desolación posterior a Oslo para quienes, en Gaza, nunca vieron cumplirse las promesas de autogobierno; la formación de otros grupos palestinos con otras tácticas y objetivos; y la historia del pueblo palestino y sus aspiraciones de libertad y derecho a la autodeterminación política, de liberación del dominio colonial y de la omnipresente violencia militar y carcelaria. Entonces podríamos formar parte de la lucha por una Palestina libre en la que Hamás se disolviera o fuera sustituida por grupos con aspiraciones noviolentas de convivencia.

¿Y si, además de condenar los crímenes gratuitos, quisiéramos crear un futuro en el que este tipo de violencia llegara a su fin?

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Entonces podríamos formar parte de la lucha por una Palestina libre en la que Hamás se disolviera o fuera sustituida por grupos con aspiraciones noviolentas de convivencia.

Para quienes su posición moral se limita únicamente a la condena, comprender la situación no es el objetivo. La indignación moral de este tipo puede considerarse antiintelectual y presentista. Sin embargo, la indignación también podría llevar a una persona a los libros de historia para averiguar cómo pudieron ocurrir sucesos como éstos y si las condiciones podrían cambiar de modo que un futuro de violencia no fuera lo único posible. No debería darse el caso de que la «contextualización» se considerase una actividad moralmente problemática, aunque haya formas de contextualización que puedan utilizarse para desplazar la culpa o para exculpar. ¿Podemos distinguir entre esas dos formas de contextualización? El hecho de que haya qien piense que contextualizar una violencia atroz desvía la atención o, peor aún, racionaliza la violencia, no significa que debamos rendirnos a la afirmación de que todas las formas de contextualización son moralmente relativizadoras en ese sentido. Cuando el Comité de Solidaridad con Palestina de Harvard afirma que «el régimen del apartheid es el único culpable» de los ataques de Hamás, está suscribiendo una versión inaceptable de la responsabilidad moral. Parece que para entender cómo se ha producido un acontecimiento, o qué significado tiene, tenemos que aprender algo de historia. Eso significa que tenemos que ampliar la mirada más allá del atroz momento presente, sin negar su horror, al mismo tiempo que nos negamos a dejar que ese horror represente todo el horror que hay que representar, conocer y al que oponerse. Los medios de comunicación contemporáneos, en su mayor parte, no detallan los horrores que el pueblo palestino ha vivido durante décadas en forma de bombardeos, ataques arbitrarios, detenciones y asesinatos. Si los horrores de los últimos días asumen una mayor importancia moral para los medios de comunicación que los horrores de los últimos setenta años, entonces la respuesta moral del momento amenaza con eclipsar la comprensión de las injusticias radicales que sufren la Palestina ocupada y la población palestina desplazada por la fuerza, así como el desastre humanitario y la pérdida de vidas que se está produciendo en este momento en Gaza.

Los medios de comunicación contemporáneos, en su mayor parte, no detallan los horrores que el pueblo palestino ha vivido durante décadas en forma de bombardeos, ataques arbitrarios, detenciones y asesinatos.


1Prohibición de pensar


Segunda parte del artículo: https://enpiedepaz.org/violencia-y-la-condena-de-la-violencia-y-ii/


Artículo relacionado: Derecha U.S.A.: bulos contra la noviolencia en Palestina

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