Durante los meses de Enero y Abril de este año, tanto en Mali como Burkina Faso, varias aldeas de la etnia peul fueron rodeadas y atacadas por civiles armados de otras etnias produciéndose una masacre de inocentes: ancianos, mujeres, niños, hombres… con el resultado de más de 400 muertos, numerosos heridos, aldeas quemadas y gran número de desplazados internos que malviven en campos de refugiados

Estas terribles masacres que algunos califican como un intento de genocidio de la etnia peul y otros como conflictos interétnicos, son solo la punta del iceberg de la llamada guerra invisible del Sahel, situación que se ha ido gestando a lo largo del tiempo provocada por diversos factores, pero sobre todo por intereses económicos y la existencia de grupos armados cada vez más numerosos.

Situado en el norte de África, Sahel significa borde, sería la zona de transición de las arenas del desierto del Sahara a la menos árida de la sabana sudanesa, y su superficie puede ser aproximadamente 10 veces España.

El pasado y el presente del Sahel está caracterizado por la existencia de diversas etnias, unas nómadas como los tuareg y los peul, dedicados a la ganadería, y otras sedentarias, dedicadas a la agricultura y pesca. A lo largo del tiempo fueron creando sus territorios y tenían y tienen sus propias normas de convivencia, formas de gobierno, de autoridad, idiomas, organización económica, y una religión mayoritariamente islámica. Los conflictos entre etnias han sido frecuentes, la mayoría de las veces debidas a disputas por el territorio en busca de recursos, pero nunca fueron tan violentos.

Estas formas tradicionales y ancestrales de organización se vieron conmocionadas cuando las potencias europeas en la Conferencia de Berlín (1884-1885) dividieron arbitrariamente el continente africano en función de sus intereses económicos y políticos y descuidaron las realidades socioculturales y medioambientales, lo que se considera una de las causas y raíces de los problemas en la actualidad. La mayoría de estos países fueron colonias de Francia, que impuso su forma de gobierno, su economía, su lengua, y favorecieron a las tribus sedentarias que no se opusieron a la colonización.

Tras su independencia en la década de los 60, la situación no mejoró pues siguieron otras formas de neocolonialismo que persisten en la actualidad, como es el caso de la formación de gobiernos títeres, débiles y corruptos que se venden a los intereses extranjeros y descuidan las necesidades de su propia población, negando la autodeterminación de los grupos étnicos y sus formas de vida.

Francia, China y Estados Unidos, entre otros países, están interesados en la zona por su riqueza en recursos energéticos y materias primas, como son el uranio de Níger y Mali, y el petróleo de Nigeria, una de las mayores reservas de a nivel mundial. Implantando el liberalismo económico, unido a la idea de progreso, obtienen los recursos de forma gratuita, mientras la población del Sahel cada vez es más pobre. Así, las poblaciones locales, las titulares legítimas de los recursos naturales, son las que no reciben ni una mínima parte de las rentas de explotación y, además, sufren los impactos ecológicos de la misma, como la contaminación de amplias zonas mineras el delta del Níger, por ejemplo.

Por otra parte los gobiernos occidentales deben tener bien custodiada la zona, para ello necesitan soldados, pues el número de grupos armados ha ido aumentando: una de las causas de la proliferación de armas fue la guerra civil de Libia en 2011, que desestabilizó todo el Sahel. En el momento en el que los bombardeos de la OTAN (encabezados por Francia y Gran Bretaña) destruían las infraestructuras militares del coronel Gadafi, los tuareg y Al Qaeda en el Magreb Islámico, que luchaba al lado del régimen libio, se aprovecharon de la situación para sacar las armas del país hacia Mali y otras zonas del Sahel.

Europa y España han establecido sus «fronteras avanzadas» en el Sahel. Francia, a partir del 2013, ha desarrollado diversas operaciones en Mali con la ayuda de los países del G5 Sahel y de la CEDEAO, para frenar el avance de los tuareg por un lado (que reclaman la independencia de una parte del territorio) así como controlar amenaza de grupos terroristas. Estas operaciones en ciertas visiones constituyen una misión humanitaria para garantizar la paz, pero para otras suponen una injerencia , una nueva forma de colonización y de producir más conflictos. En cualquier caso, el gran despliegue militar de una sola operación ha costado unos 200 millones de euros, es decir, un monto superior a todos los fondos dedicados por la cooperación bilateral francesa al desarrollo rural en la última década.

España es el mayor contribuyente a las misiones militares de la Unión Europea en África, nada que ver con su aportación a la ayuda al desarrollo al continente, donde como mucho ocuparía el puesto 13 en el ranking de los donantes europeos a África. En total más de 1.300 militares españoles están en África, sin contar las tripulaciones de los buques y submarinos. En Mali, las tropas españolas hacen de gendarmes en este “muro imaginario” y cruel. Entrenan tropas para no mancharse las manos directamente, defienden emplazamientos “estratégicos” y “logísticos”, espían, trasladan tropas de un país a otro, mientras reparten caramelos envueltos con la bandera de España a los niños.

Por otra parte, por el Sahel circulan el 40% del tráfico de drogas del mundo, miles de inmigrantes, muchos prácticamente esclavos, y decenas de grupos extremistas dedicados al contrabando, el secuestro y el terrorismo. Tal y como denuncia el colectivo Bakaamwala, creado para denunciar las matanzas impunes de los civiles en burkina faso, “la población civil sufre abusos tanto de terroristas como de milicias armadas y fuerzas de seguridad”.

Otras voces de Mali también se alzan, como la de Rokia Traore, ministra de cultura de Mali, militante altermundialista que se ha comprometido en el combate contra el liberalismo al que considera responsable del mantenimiento de la pobreza en Mali y, en general, en África. Defiende que los estados africanos deben desmarcarse de los programas impuestos por los países occidentales traducidos en planes y programas del Banco Mundial, que conducen a la pobreza de la población y generan más violencia y emigración hacia Europa de parte de la juventud. Pide a los gobernantes africanos que reaccionen frente al neocolonialismo.

Los gobiernos de los países occidentales saben que los límites de África no están en las fronteras que ellos mismos crearon, y que la devastación del Sahel tiene consecuencias: la población huye, migra y llega a las fronteras de Europa. Para pararlos ofrecen soluciones militares y represivas; crean vallas con concertinas y crean el miedo a quienes migrant, criminalizándoles al tacharlos de terroristas, sobre todo a quines profesan el islam. A pesar de ello, muchas de estas personas ya se encuentran asentadas en países occidentales, ya forman parte de nuestras comunidades que también son las suyas, porque ¿qué ley dice que occidente puede explotar los recursos de África y organizar guerras pero nuestros países son solo nuestros?

Las masacres de los poblados peul han tenido gran repercusión en las redes con manifestaciones en varios países tanto del Sahel como de Europa, Estados Unidos, Canadá, etc. donde existen comunidades numerosas de esta etnia. Hace poco parte del gobierno de Mali dimitió… ¿debemos considerarlo un éxito al que todos hemos contribuido? Pensemos que si y sigamos adelante por un mundo más justo y sobre todo en PAZ.

¡PAZ PARA ÁFRICA, QUE CESE EL EXPOLIO!

 

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